miércoles, 28 de enero de 2015

WINE FANDANGO: SI NO VAS, NO ESTAS. LOGROÑO


 Wine Fandango 
Vara de Rey, 5. Logroño
Reservas: 941243910 / 609921059

La elección de un edificio emblemático en el un tanto decadente "corazón financiero y político" de la ciudad de Logroño, un diseño moderno e impactante, una distribución del espacio que lo convierte en local polivalente y la asociación con un cocinero del lujo asequible con cierto renombre, son tan sólo parte de la clave del éxito de Wine Fandango, el  actual "Hotspot" de la vida social logroñesa.

Wine Fandango es, más que un restaurante, un punto de encuentro con los amigos, de relax con los compañeros después de un día de duro trabajo, un lugar donde ver y ser visto, un sitio desenfado donde soltarse la corbata...en fin, un Afterwork en ese argot de los oficinistas explotados.

Y mi percepción es la de que es precisamente esta faceta, la de lo social, y no la de lo gastronómico la que hace atractivo el local. Porque reconozcámoslo, Logroño, aún con sus bodegas y toda su promoción, continúa siendo un pequeño rincón. De hecho el comentario principal del restaurante se refiere siempre a lo bonito y sofisticado de su decoración, muy del estilo del Toto Wine Bar  barcelonés pero al parecer importada del mismo Nueva York, para pasar después al de la complicación de encontrar una mesa, tan parecida a la que sufren en tantos capítulos las chicas de Sexo en Nueva York, y finalmente el de quien estaba allí a la vez que yo, en mi casó una concejala, un ex alcalde, un diseñador gráfico...bodegueros, políticos, banqueros, médicos, altos funcionarios, y es que hasta al mismísimo Comidista, se ha podido ver ya por aquí.

Respecto al menú, gran parte son malos e infundados comentarios. Los más, provenientes de estos que, presa de un síndrome de Sthendal tan brutal como el que sufren los visitantes de Florencia, esperaban más. Y visten sus críticas con la letanía de "con lo bien que se comía en Marinee"

Pobre Aitor Esnal, que papel tan duro le ha tocado jugar. Y la verdad es que a mi también me gustaba mucho Marinee, ese rinconcito minimalista, aséptico, donde los coloridos platos que servían contrastaban con las paredes oscuras del local, con poco ruido, con trato directo con el cocinero, que se paseaba por la sala con sonrisa afable y aspecto de relax...

En realidad la comida, y la estructura de menú-carta son prácticamente las mismas que en su anterior local, pero servidas en otro escenario. 

Un escenario más ruidoso, más pomposo, con mayor capacidad, con los comensales mas pegados y mucho menos cercano que el anterior, a pesar de que aquí se les puede ver cocinar. 

Si bien hay que reconocer que las presentaciones y platos elegidos distan un tanto de lo que del escenario se podría esperar. No está malo el chicharro, pero la verdad es que hasta en el nombre le falta modernidad, y la chuleta, muy buena y muchas veces mi elegida es,  reconozcámoslo, poco efectista.
A los platos les falta quizás la decoración que le sobra al local, son buenos, sí, y no se puede decir que estén mal, pero hasta una hamburguesa gourmet encajaría aquí más. Un poco de “Comfort food” que lo llama Philippe Regol le iría más. Qué mejor para esa mesa colectiva de la entrada que un poco de informalidad.

Incluso, y puestos a encajar un plato con baño Art. Decó del local, que parece inspirado en los de aquel nacional Tetuán, un poco de taboulé o un cous cous vegetal.
Lo que no me gusta es el detalle del porrón, no señor, no me encaja, me parece mucho mezclar. La pátina de “ruralidad” o de “riojanidad” en este local de tendencia…es mucho mezclar.

No se puede querer ser todo, porque templos del porrón ya los hay en la ciudad…más tasca, más de alternar, más de vino de pellejo, de clarete ojo gallo que de wine bar.

Por muy flow que le llamen al bebercio de porron.

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